viernes, 22 de febrero de 2013

¿Está satisfecho el presidente del Gobierno con casi 6 millones de parados?


Horas antes de comenzar el Debate sobre el Estado de la Nación, apuntábamos “Qué hay que esperar del I Debate sobre el Estado dela Nación de Mariano Rajoy”. A estas horas, ya hemos escuchado la esencia del discurso del presidente y los demás grupos parlamentarios, especialmente los de la oposición más directa al Gobierno por eso aquí no se va a resumir ninguna intervención. Mi propósito es centrar el análisis en si a Mariano Rajoy le ha salido bien la jugada de no hablar de la realidad y de anunciar medidas que hace un año anunciaron y que aún no han llevado a cabo, y no sólo eso, la presentan como novedad.

Cada vez resulta más evidente que gobernar es, ante todo, comunicar, de ahí que el gobierno se caracterice en la actualidad más por ser un vínculo y enlace que una entidad ejecutiva; de operador, ya que el gobierno está comenzando a ser rector y no facilitador y la palabra empatía tiene como uno de sus significados el sentimiento de participación afectiva de una persona en la realidad que afecta a otra.


I Debate sobre el Estado de la Nación para Mariano Rajoy como presidente: No realista y sin autocrítica

Creo que ya lo he dicho antes, hay un dicho que asegura que la diferencia entre un pesimista y un optimista es que el pesimista es un optimista bien informado. Pero, entre los optimistas hay varias clases. Desde el que se considera optimismo normal, hasta el optimismo empedernido.

Desde que llegó a La Moncloa, Mariano Rajoy ha tenido un mensaje optimista centrado en la fortaleza de España. Sí, porque él afirma la solidez de España y todas esas frases hechas (mal hechas) que requiere el guión del relato para que no cunda el pánico. Pero cuando se confunde deseos con realidad, se exagera el optimismo y se limita a tener un comportamiento pragmático y no realista.

No realista y sin autocrítica, es lo que más he escuchado después de la intervención de Mariano Rajoy de hora y media durante la sesión de la mañana. Pero esto se debe por el simple hecho de que el partido del Gobierno ha enfrentado al corazón de su propio electorado: la clase media que cotiza en el IRPF o los que tienen rentas del capital. Además, el recorte profundiza la recesión. Entonces, ¿dónde está la luz al final del túnel?. La herencia recibida es un argumento que tiene poco recorrido y Rajoy ya ha empezado a quemarse aunque inconscientemente lo siga utilizando hasta el día de ayer.

En cuanto a las palabras fetiches de Mariano Rajoy desde la tribuna de oradores del Congreso de los Diputados, quedó evidente “España”, una palabra que ha estado presente en su discurso en hasta 48 ocasiones. Le siguen “gobierno”, repetida en 34 ocasiones, “reforma”, repetida 30 veces, y “empleo”, que salió de los labios de Rajoy en 29 ocasiones. Sin embargo, sólo ha hablado de sanidad en una ocasión durante su primera intervención en el Debate sobre el estado de la Nación, para hacer alusión a las ventajas que ha supuesto el plan de pago a proveedores. Curioso (y preocupante) pero bastante revelador en cuento a intenciones.


El relato, los discursos grandilocuentes y llenos de arengas para intentar generar optimismo, hoy no valen. La realidad española es tan dramática que hacen falta hechos y gestos que demuestren que el PP y este Gobierno ha merecido el voto de casi once millones de españoles. Hasta ahora, este modo de proceder no irradia convicción alguna. Es más, la torpe gestión del tema de la enésima reconversión del sistema financiero, particularmente lo de Bankia, ha desdibujado la escasa confianza que pudiera quedar en la marca España. Y eso sí es realidad. Otra realidad es que ya no gustamos, ya no vendemos, ya no resultamos convincentes, ya no atraemos, ya no enamoramos. Ya no hay confianza. Y sin confianza ¿qué queda?.

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